Uno de sus hijos había encontrado en su pupitre, entre sus útiles, una hoja
que decía “Te Escribo Porque Te Quiero”, sin saber de quien se trataba, se
sospechaba que podía ser de una pecosita dueña de dos trenzas rubias. El padre
pensó que ya no se escriben cartas de amor, ya nadie o muy pocos narraban en
una hoja sucesos del corazón. Un día viajaban en automóvil rumbo a Sáenz Peña
acompañado por su mujer. A unos 20km de Residencia, el hombre llevo un
cigarrillo a la boca, lo encendió, aspiro el humo ardiente y regreso al
volante. Sonrió a su mujer, sin saber que sería la última vez que la vería con
vida, porque más adelante, tuvieron un accidente, se cruzó un ómnibus y el auto
fue sacudido, mientras el parabrisas estallaba en mil añicos. De pronto se tiro
a la banquina y detuvo su marcha. Giro su rostro preguntando a su mujer si se
encontraba bien. La respuesta fue el cráneo empapado en sangre de la mujer.
Enloquecido, la llamo, le grito pero no hubo caso, ya estaba muerta. La policía
encontró un pañuelo lleno de sangre, en el cual avía una carta de amor escrita
por ella. La investigación con el tiempo puso las cosas en claro. La mujer
mantenía relaciones con otro hombre, ella viajaba ese día en micro y como era
habitual, arrojaba sus mensajes apasiónales, por la ventanilla utilizando
siempre un peso para que el viento no la alejara...
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