domingo, 24 de agosto de 2014

Sin Rumbo – Eugenio Cambaceres



Transcurría el mes de Noviembre, época de primavera,  donde hombre y mujeres trabajaban esquilando ovejas, pero de una forma tan inexperta y cruel, que el patrón de los criados, Andrés, les reclamaba tal desfachatez.
Andrés era un joven de 20 años que estaba a cargo del manejo de las haciendas tras la muerte de sus padres, pero su edad tan corta no afectaba en nada su carácter, era un hombre sombrío, malhumorado y obstinado, de una mente tan enferma que cambiaba de un segundo su carácter y posición, pasaba de estar contemplando sus haciendas a encerrarse días completos en soledad, sin darle amor ni compasión a nadie ni siquiera amor por sí mismo.
Una noche, estando en el balcón de su cuarto comenzó a recordar pequeños momentos por los cuales había pasado, aquella primera infancia, su colegio de varones, el espíritu positivo del padre por transformarlo en un gran comerciante, la oposición y el cariño ciego de amor de su madre, sus viajes por el mundo, aquellos fracasos estudiantiles (carrera de derecho y medicina) por disfrutar los placeres del juego, el alcohol, las mujeres y la orgía, y esa obstinada sensación de no encontrarle sentido a nada lo llevo simplemente a descansar.
El día siguiente el joven se dirigió hacia el rancho de don Regino, empleado y capataz de su hacienda, pero al llegar encontró sola a la hija de este, Donata, una joven de ojos negros y cabello largo; y aprovechando tal situación la toma salvajemente haciéndose poseedor del cuerpo virgen de aquella joven. Donata avergonzada lo corrió  de su rancho de tal forma que Andrés se retiró de allí demostrando enojo y repugnancia, pero al mismo tiempo arrepentimiento.
Después de lo ocurrido regresó a su hacienda y mandó a preparar su carruaje, ya que estaba invitado a un evento esa misma noche, con el fin de festejar una donación que había realizado un viejo ladrón de vacas para la iglesia, y en donde estarían gran parte de la jerarquía de su pueblo.
Al llegar a este evento se encontró con grandes amigos, el Juez de Paz, comandantes, médicos, boticarios, maestros y  municipales que brindaron por ese festejo, pero que al mismo tiempo hablaron sobre temas de Buenos Aires y la creación de una comisión de vecinos para poder ofrecer apoyo a las escuela de los niños, comisión a la cual Andrés dejo impactado al negarse rotundamente y dejarles en claro que invertir plata en la educación era un desperdicio y con esto se dirigió nuevamente a su hacienda.
El tiempo pasaba y Andrés seguía haciéndose poseedor de Donata, ya que esta creía que su patrón la amaba pero él solo complacía sus instintos de hombre que en ocasiones se transformaban en un gran deseo por tenerla desnuda a su lado pero inmediatamente sentí asco y rechazo por la joven.
Ya había llegado el mes de Mayo, época de invierno, donde Andrés había mandado a alistar su carruaje porque se volvería a Buenos Aires ese mismo día, pero cuando se encontraba acomodando su valija Donata le informó con mucha tristeza que estaba en cinta, embarazada. Andrés confundido le dijo que no se preocupara, pero al despedirla de su cuarto se lamentaba y maldecía tal hecho, pero aun así se fue.
Ya en Buenos Aires se hospedo en el Hotel de La Paz y se dirigió hacia el Teatro Colón, donde estaba su gran amigo, el maestro Solari que estaba a días de su debut “Aida”, una ópera de compañía lírica italiana, que tenía como personaje principal una joven cantante llamada Marietta Amorini, que estaba casada con un conde de apellido Gorrini.
Amorini y Andrés fueron presentados por Solari, y al poco tiempo comenzaron un romance, romance que duró toda la temporada en la cual ella estuvo en Buenos Aires, pero algo había cambiado: Andrés al comienzo de esa aventura sentía una gran atracción por ella pero al poseerla por primera vez comenzó a sentir el mismo rechazo que una vez sintió por Donata, hasta que finalmente le envió una carta dejándola e informándole que se volvía a sus haciendas.
Pero realmente su regreso se daba por esa obsesión de pensar que su hijo ya había nacido, y la necesidad de conocerlo.
 Esa misma noche preparó nuevamente su valija y tomo un tren. Al llegar subió a su carruaje y se dirigió a la hacienda, pero en la mitad del camino recorrido surgió una gran tormenta que impidió que la carreta siguiera, porque un gran rio  se había formado. Obstinado, Andrés se sumergió al rio y logra llegar a la hacienda.
Al llegar lo recibió el mayordomo Villalba, empleado que se hacía cargo de todas las operaciones de la casa cuando él no estaba, y le informo que don Regino se iba y que era porque hace poco había fallecido su hija Donata cuando estaba dando a luz a una niña, niña que se había quedado a cargo de la partera doña Felipa.
Al enterarse de ello Andrés mando a buscar a su hija para hacerse cargo de ella sin pensar en lo que dijeran los demás.
Pasaron dos años y Andrea, su hija, era una hermosa niña de pestañas negras y ojos azules, que correteaba por todo el lugar y que tenía como nana a una tía de su padre, la Tía Pepa.
Andrés había cambiado su visión sobre la vida, amaba con todo el alma a su pequeña y buscaba todo el confort posible para ella, y además era la primera vez que se sentía vivo, pero algo sucedió, una noche la niña cayó enferma y le diagnosticaron crup, una enfermedad que al tercer día la mató.

Esa misma tarde, Andrés desorientado salió de la habitación de su difunta hija en busca de un cuchillo de caza. En el camino vio que uno de sus galpones era incendiado por la sombra de alguien que se venga y huye pero sin darle sentido alguno volvió al cuarto de Andrea, se sentó en una silla y se abrió la barriga en forma de cruz, pero al ver que su vida no acababa rápido, tomó sus tripas y se pegó un tirón que lo dejo sin vida alguna.

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