domingo, 24 de agosto de 2014

El Matadero- Esteban Echeverría


Transcurrían los años 183… época del gobierno de Rosas en Buenos Aires, que se encontraba en tiempo cuaresmal lo cual implicaba la abstinencia de carne de la población por orden de la Iglesia. Los abastecedores de carne solo llevaban al matadero del Alto o Convalecencia los novillos necesarios para el sustento de los niños y enfermos. Pero sucedió, en aquel tiempo, una lluvia muy copiosa que inundó la provincia de Buenos Aires dejando como consecuencia la ciudad rebosada de barro; y un desborde del Riachuelo de Barracas y del Rio de la Plata impidió que el matadero se abasteciera por 15 días, es decir, sin ver ni una cabeza vacuna, lo que ocasionó que los niños, enfermos y ancianos se alimentarán con huevos y gallinas que subieron drásticamente sus precios de compras, y más aún después de la muerte de varios gringos herejes.
La Iglesia y el católico Restaurador, culpaban de la insaciable lluvia a los infames unitarios, ya que ellos, según los creyentes federales, se burlaban de la Iglesia y de sus santos ocasionando que mediante esa terrible lluvia e inundación llegaría el día del juicio final, suceso que no sucedió, ya que poco a poco la lluvia calmó y la inundación se fue escurriendo.
Al saciar la lluvia, el décimo sexto día de la carestía, el Restaurador mandó al matadero del Alto, ubicado en una playa rectangular con zanjas por donde pasaba el agua para retirar toda la sangraza y en un extremo una casilla donde se hacía la recaudación delos impuestos, una tropa de 50 novios gordos, poca cosa para una población acostumbrada a consumir diariamente de 250 a 30.
Esta noticia llegó a oídos de toda la población: negras, achuradores, carniceros y curiosos quienes recibieron a estos novillos con palmas y vociferaciones, como “Viva la federación”, “Viva el Restaurador”, “Viva el restaurador y heroína doña Encarnación Ezcurra” (esposa difunta del Restaurador, venerada por los carniceros por su heroísmo contra Balcarce-Unitario)
Al llegar los novillos al matadero, fueron recibidos por el Juez del Matadero, caudillo de los carniceros que ejercía la suma del poder en esa pequeña zona brindada por el Restaurador.
El primer novillo que se mató fue regalado completo al Restaurador, que lo tomó agradecido aunque no tuvo en cuenta la época de cuaresma, cosa que él, como buen católico estaba desobedeciendo de la misma forma que la Iglesia.
Mientras pasaban las horas la escena del matadero era más inmune y grotesca, acompañada de imágenes de carniceros llenos de sangre y con cuchillo en mano desollando los 48 novillos que ya se habían muerto, y detrás de ellos, gauchos cabalgando junto a Matasiete, y las negras achureras que robaban las tripas y restos de lo que dejaban los carniceros, junto a insultos hacia los Unitarios y peleas entre jóvenes por trozos de carne.
Al estar muerto los 49 novillos en total y quedando solo uno en el matadero, los federales se dieron cuenta de que habían sido engañados, porque el restante no era nada menos que un toro enfurecido. Tras este hecho fue llamado Matasiete para matar tal bestia, pero el toro embravecido escapó con tal fuerza que por un movimiento realizado por el animal, un niño, que se encontraba en un caballo de madera, fue degollado con el lazo de uno de los gauchos.
Al atraparlo nuevamente al toro, fue enlazado y muerto por Matasiete que era alabada y proclamado por la chusma del matadero.
Ya desollado el toro y por la escases de alimentos que existía, su carne fue dada a los que quedaban en el matadero sin importar que fuese carne de ese animal, pero antes de que todos se retiraran la voz de un carnicero advirtió que se acercaba un joven Unitario, incitando la violencia a la chusma y a Matasiete, quien sin decir palabra alguna tomó al joven y quiso matarlo, pero fue detenido por el Juez del Matadero quien adulado por la chusma lo trasladó a una casilla que formaba parte del lugar.
Estando ya que el unitario allí, comenzó a humillarlo y torturarlo solo porque era unitario. El joven al no aguantar aquellas infames humillaciones, por su boca comenzó a brotar un rio de sangre, de tal forma de que había explotado de rabia por lo sucedido.
Al terminar tales hazañas los “honrados” federales habían dado fin a una de sus innumerables proezas, ya que torturaban a cualquier hombre decente y de corazón bien puesto solo por ser diferente a ellos.

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