El cuento se lleva a cabo en un matadero vacuno en Argentina, en los años
posteriores a la Revolución de Mayo, durante el gobierno de Rosas. Un diluvio
que duro 15 días tuvo un impacto negativo en la economía del país, y el
matadero tuvo que cerrarse temporalmente, por lo que hubo falta de carne. La
carencia de carne ocurrió durante la cuaresma y como resultado sabio el precio
de las aves y el pescado, así la gente se moría de hambre. La acción del cuento
cuando antes la crisis, Rosas envía algunos pocos novillos al matadero. Esto
atrae a la gente hambrienta que se pelea para conseguir las vísceras que sobran
de la matanza, que usualmente son desechadas. Al final de la matanza, el último
novillo se escapa e indirectamente causo la muerte de un niño que es decapitado
por el chicotazo de un lazo, pero a la gente del matadero le preocupa más el
toro que se ha escapado que la muerte del niño. Finalmente logran alcanzar y
matar al animal. Más de repente la ronca voz de un carnicero grito ¡Allí viene
un unitario! Incitado por la gente, matasiete arremetió contra el joven
unitario fue sometido a las más infames humillaciones. Cuando pretendieron
desnudaron para azotarlo, fue tanto el forcejeo que sostuvo el unitario con sus
sectores y tanta la rabia acumulada que un torrente de sangre broto
borbolloneando de la boca y la nariz del joven. La diversión infame de los
federales había terminado. Los federales habían dado fin a una de sus
innumerables proezas. En aquel tiempo los carniceros degolladores del matadero
eran los apóstoles que propagaban averga y puñal la federación racista, y no es
difícil imaginarse que federación saldría de sus cabezas y cuchillas. Llamaban
ellos “Unitario salvaje” a todo al que no era degollador, ni salvaje, ni
ladrona, todo hombre decente y de corazón bien puesto a todo patriota
ilustrado, amigo de las luces y la libertad, se le consideraba enemigo del
gobierno.
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