Ojos Negros

Clara era una chica que le gustaba salir y desaparecerse. Siempre quiso hacer viajes caros y largos, hasta que un día recibió la herencia de su tío Sebastián. Tito su novio, tenía terror a los aviones, así que ella viajaba sola y cuando volvieran iban a casarse. La chica paso el fin de semana con su novio y ese mismo lunes partió a Londres, punto inicial de su recorrido por el norte de Europa, de ahí saltaba de un país a otro. Cuando el dinero de la herencia fue agotándose, pensó en ir a Rusia, ya que le quedaba más cerca, subió al avión sin ganas, por primera vez en las etapas de su carrera de turista, pensó en Tito y decidió que este sería su último viaje. Pensando en él, Clara fue atravesando su aventura Rusa. Una mañana se levantó exhausta y algo confundida. Clara se encontraba caminando entre plantas de té, la emociono de una manera rara, ese verde ondulante, el cielo azul y sintió esas ganas de llorar estaba lejos de casa. Estaba lejos de casa. Estaba en Georgia. A las ocho, el programa marcaba Sena y baile. Salón iluminado, música vieja y una fila de muchachos esperando respetuosamente sacarla a bailar. A eso de media noche lo vio quieto como una estatua, alto, de traje verde oscuro y ojos negros. Se puso al último en la fila. Pero de pronto se fue y Clara sintió su ausencia. Cuando Clara regreso al hotel lo volvió a ver, aunque avía un alboroto y el conserje movía las manos como desesperada, el ruso murmuraba algo y clara le pidió a su guía que le traduzca, lo cual lo hizo de mal modo. Le dijo que su amigo le entregaba el corazón, que estaba enamorado de ella y que si aceptaba casarse con el la aria muy feliz. Pero ella le respondió que no podía por que vivía lejos, tenía novio y se casaría cuando regresase. Ojos negros le dejo una pequeña ofrenda como recuerdo de su gran amor. Clara volvió a su casa y no volvió a viajar nunca más, tampoco se casó. Cuando le preguntaban el porqué, decía que los viajes dejan mucha ausencia y que el hombre que la quiso vive en Georgia y Georgia queda lejos.